Mi primer partido en el Villamarín, por José Miguel Navarro

Recorte de prensa (ABC, 22-04-80)
En la vida hay varios momentos que difícilmente se te olvidan. Tu primera Comunión, tu primer amor (y tu primer beso), la fecha de tu boda, el nacimiento de tus hijos… En mi caso, a todos esos instantes, tengo que añadir uno que, con apenas seis añitos, me dejó un recuerdo imborrable: la primera vez que fui, no al fútbol, sino a la Catedral de Heliópolis. Como hacerlo si, quien me enseño todo lo que sé, decidió que el estreno de su primogénito sería un domingo de derby.
Pero es que, además, esa primera vez, mi primera vez, sucedió algo que iba a dejarme una huella tan grande, una marca tan profunda que, aunque viva sesenta años más desde hoy, me será imposible no recordar lo que acaeció aquel maravilloso día y seguiré reviviendo, cada vez que se aproxime al Estadio Benito Villamarín el otro equipo hispalense, las sensaciones que me estremecieron aquel veinte de Abril de mil novecientos ochenta. Domingo de Feria. El día en que tomé conciencia que bético había nacido y que bético moriría.
Esa fecha pasará a los anales de mi historia particular y de la Historia, en general, porque fue aquella en que el Sevilla fue un pelele en manos del Betis, Real y Balompié por siempre jamás. Esa jornada liguera, la número treinta del Campeonato español, no se disputó un partido de ese deporte que los ingleses trajeron por Huelva. Como podría haberse hecho si, para que eso hubiese sucedido, tendrían que haber estado dos equipos en el césped y solo estuvo uno, el coronado por el escudo de Su Majestad, que borró a base de juego, co…raje y goles, al simulacro de rival que mandaron desde Nervión.
Les refresco la memoria de tan célebre match. No habían pasado ni cinco minutos cuando Javier López había puesto a los verdiblancos por delante. El reló no había marcado el primer cuarto cuando Morán, transformaba un penalty cometido sobre un tal Rafael Gordillo. No se había acabado el primer tiempo cuando Biosca, había sentenciado la contienda, mandando por pipas al que apodaban Súper Paco y a la hora de la verdad no fue ni Mini. Y pasaba un pelín la hora cuando Morán de nuevo, puso en el palomar de Gol Sur el definitivo cuatro a cero. Porque sí, señoras y señores, niñas y niños, la función terminó con un cuatro a cero que, en honor a la verdad, fue corto para lo que se vio en la pradera.
Esnaola, Bizcocho, Biosca, Peruena y Gordillo en defensa; López, Antolín Ortega y don Julio Cardeñosa en la media; Morán, Hugo Cabezas y Benítez en la delantera. Más el concurso de Gerardo y de Alabanda. Esos trece futbolistas, tantos como las bandas de la camisola con los colores de Andalucía, con la que dormí aquella noche fueron, desde el pitido final, los héroes de una infancia que, por encima de todos, siempre tendrá en su Olimpo a mi Padre, que no fue jamás socio del club, que nunca pudo enseñarme un carné con un mil cuatrocientos corto, como el que puedo enseñarle yo mismo a mi pequeño Miguelito, ni llevarme al campo salvo contadas excepciones como esa, o la del día en que el Athletic de Clemente se fue para el País Vasco con un saco, porque solo había en la casa para uno y ese uno debía ser el menda, pero que me hizo del Beti güeno por los siglos de los siglos amén. Y por eso quería agradecérselo haciendo el saque de honor, con esta pelota de papel que infló él y que seguirá rodando eternamente, con ocasión de mi primer clásico en Manquepierda.
Va por ti, viejo.
José Miguel Navarro Barrera
Me acabo de «jartá» de llorar. Mi experiencia es muy parecida a la tuya. Gracias por el artículo.
Ole, ole y ole…
que grande Miguel que grande!!estas son las cosas que diferencian a un betico del resto de los mortales.un fuerte abrazo amigo.