Entrevista Juan Antonio Ureña 2002
Juan Antonio Ureña fue futbolista de la primera plantilla verdiblanca en 12 temporadas. Su retirada del Betis, y a su vez del fútbol profesional, se produjo en enero de 2000. Tras ella se dedicó a los estudios de Magisterio y parecía apartado del mundo del fútbol.
Pero en el verano de 2002 el Betis pensó en él como ayudante del entrenador Víctor Fernández, con lo que surgió una magnífica oportunidad de volver a su casa. Esta entrevista del periodista Eduardo Barba en ABC refleja las sensaciones de Ureña al poco tiempo de desempeñar su nuevo puesto.
Recalca Juan Ureña una y otra vez antes de iniciar la conversación que prefiere mantenerse en segundo plano y que no es demasiado amigo del protagonismo. Agazapado en una congénita modestia, el cordobés, sin embargo, no duda ni un segundo cuando toca hacer balance de sus primeros pasos como mano derecha de Víctor Fernández.
– Mis primeras sensaciones son bastante buenas. Es verdad que al principio tuve la incertidumbre de cómo iba a responder ante un trabajo nuevo para mí, pero todo ha ayudado para que me sienta a gusto: el entrenador, que además de un profesional excelente es persona buena y afable, los jugadores…
– ¿Cuánto esfuerzo le ha supuesto pasar al otro lado y dirigir en vez de ser dirigido?
– Mi mayor temor radicaba en las relaciones personales más que en mi capacidad profesional para hacer lo que hago. No tengo el título de entrenador y no quiero ser considerado como segundo técnico, no pretendo hacer labores de entrenador. Mi misión es única y exclusivamente ayudar, estar al lado de Víctor y servir de vínculo entre él y los futbolistas. Pero insisto, no pretendo entrenar ni dirigir, sólo ayudar. Me preocupa mucho que eso quede claro.
– ¿Cómo surge la posibilidad de ocupar este puesto?
– Fue algo sorprendente porque había salido del club hacía dos años y entonces me llamó el presidente, lo que me causó una grata sensación, y me explicó cuáles eran sus planes para mí, planes que por supuesto recibí con orgullo y mucho agradecimiento al haberse acordado de Ureña para un puesto que está bastante bien y que me ha permitido estar en mi ambiente, en mi casa.
– Pero nunca tuvo relación alguna con Víctor Fernández, ¿no?
– No, no, ninguna. Habíamos hablado una vez por otros menesteres, pero se puede decir que no nos conocíamos. Nos reunimos, me explicó qué quería de mí y me pareció bien.
– Le habrá dado ya tiempo de apuntar en su libreta algunos de los secretos de Víctor…
– Se aprende muchísimo con él, es una persona que vive mucho este mundo, un hombre que se transforma cuando está en un entrenamiento o un partido ya que lo sigue con enorme intensidad y es tremendamente perfeccionista. Me llama muchísimo la atención su dedicación absoluta. Vive para esto, sufre con cada cosa, conoce a todos los jugadores que están en activo…
– ¿Colma sus aspiraciones profesionales ser ayudante del técnico, se ve toda la vida ejerciendo esta labor como otros entrenadores denominados «de la casa»?
– Sin duda esto es un paso adelante. ¿El definitivo? ¿El último? Es que esas cosas no me las planteo, sólo se me pasa por la cabeza en estos momentos lo bien que estoy, nada más. Intentaré sacarme el título de entrenador porque me puede servir, no está de más, pero sin ninguna mira más allá, en serio. No puedo descartarlo, pero igual acabo mi contrato aquí y me marcho a vender seguros. Como me pilla tan lejos…
– Volviendo a sus funciones, ¿le ha creado algún problema concreto mantener una relación de mando con los que hasta hace poco eran sus compañeros?
– De ninguna manera pretendo hacerles ver que estoy por encima, aunque quiero que ellos sepan que mi situación no es ya la de jugador. Pero puedo decir que cuando entro en el vestuario me siento igual de cómodo que cuando jugaba porque los chavales están respetando mi trabajo al tiempo que tienen confianza conmigo, que es fundamental. No soy un futbolista más, que quede claro, pero me hace feliz que mantengan cierta complicidad conmigo. Yo procuro hablar con ellos intentando no dar órdenes, no imponer nada, no demostrar autoridad y charlar de la forma más natural posible. Me cuido mucho de no realizar labores que son propias de Víctor.
– ¿Es recomendable que el cargo que usted ocupa quede en manos de un ex jugador del club?
– Es bueno que este puesto recaiga en alguien que conozca a los jugadores y mantenga con ellos una relación fluida. Cuando hay que tratar temas delicados con los jugadores, es mejor que vaya alguien como yo porque nos entenderemos mejor ya que he estado ahí hace poco.
– ¿Pensó en estos dos últimos años que el tren del Betis había pasado definitivamente?
– Sinceramente, no. En el fondo, siempre tuve la sensación de que la posibilidad de volver existía, nunca cerré esa puerta.
– ¿Salió usted muy «quemado» del club?
– Mi problema fue básicamente que no paraba de lesionarme y cuando ya me recuperé, el entrenador de mi último año no contaba conmigo. Es inevitable pasarlo mal, desesperarse, pero me fui sin ningún tipo de rencor. Encaminé mi vida por otros derroteros y acabé Magisterio. Cuando me dijeron que había aprobado la última asignatura me sentó como si hubiera ganado un título. Luego pensé acabar el Educación Física, pero surgió esto y lo aparqué todo.
– ¿En algún momento se sintió triste por no tener una salida más digna del club?
– Nunca. No soy una persona que se entristezca con facilidad.
– ¿Y decepcionado?
– Tampoco. Salí del club y ya está. Además, el presidente me dijo que aquí tenía mi casa para lo que quisiera y, bueno, al final volví.
Fuente: Eduardo Barba en ABC 10 de septiembre de 2002