Kubala, Moreno y Manchón, de García Candau
Ladislao Kubala fue la gran figura que movilizó al bacelonismo en los años 50, hasta tal punto que el público que atraía hizo que el estadio de Las Corts tuviera que ser sustituido por el actual recinto azulgrana, el Nou camp, con una mayor capacidad de aforo.
En 1993 el FC Barcelona rindió un homenaje a una de las grandes figuras de su historia, a la vez que el periodista Juan José Castillo publicaba «Kubala, el fútbol es mi vida. Biografía de un mito». También el periodista Julián García Candau en las páginas de AS escribió esta pequeña dedicatoria a una de las figuras emblemáticas de la historia del fútbol.
Ladislao Kubala ha sido figura emblemática del Fútbol Club Barcelona, y de ahí que cualquier homenaje que le dedique y organice su club resulte justificado y merecido.
La jornada de descanso de la Liga permite homenajear a un hombre que ha tenido gran significado en el fútbol español. Kubala formó parte de aquel Barcelona que cantó no hace mucho Joan Manuel Serrat (que mañana, por cierto, estará en el Palau Sant Jordi, los treinta años de “Al vent” de Raimon) y que quienes fuimos niños en sus años de mayor gloria aún recordamos de carrerilla.
Kubala formó parte de una de las delanteras que alimentaron la épica del fútbol. Eran los tiempos en que era posible hacer alineaciones con ritmo de endecasílabo. Eran los años que Basora, Kubala, César, Moreno y Manchón formaban la vanguardia del Barça de “las cinco copas”, del que todavía presume Nicolau Casaus, quien ni entonces contenía sus entusiasmos político-deportivos en la Peña Solera, a pesar de que se había salvado de una condena a muerte por ser sobrino del arzobispo Modrego.
Kubala fue para el Barcelona el contrapunto de Di Stéfano. Las Ligas de aquellos años estuvieron marcadas por la fuerte personalidad de ambos jugadores que, ironías del destino, acabaron jugando juntos en el Español. Kubala cubrió años después una larga etapa como seleccionador nacional. Al frente del equipo español obtuvo grandes victorias, aunque la fortuna no le acompañó en el Mundial de Argentina.
El homenaje a Kubala fue una idea nacida del respeto y admiración que todavía se siente por él en la Ciudad Condal, pero esta clase de reconocimientos hay que veces que llegan tarde y, desgraciadamente para él, quizá para muchos de los niños que acuden a solazarse con Stoichkov es una figura que sólo está en el recuerdo de los padres. En este país los mitos son mucho menos perdurables que en Francia, pongamos por caso.
Fuente: Julián García Candau en AS 22 de abril de 1993