Entrevista Eugenio Cazorla
Viene hoy a nuestro rinconcito de actualidad un bético que el año que viene cumplirá los 90 años, y que a 7.947 kilómetros de su Sevilla natal mantiene viva la llama del Beticismo heredada de su padre. Como nos cuenta es de los pocos que nos quedan que vieron al Betis en Primera, en Segunda y en Tercera en la década de los 40.
Hijo de Federico Cazorla Martínez, del que en Manquepierda hemos hablado en varias ocasiones y uno de los insignes béticos de los años 20 y 30, tesorero en la directiva de Camilo Romero en 1930 y uno de los fundadores de la Tertulia Bética, don Eugenio Cazorla Bermúdez rememora su vida y sus múltiples vivencias en verdiblanco.
Su padre era además primo segundo de Gil Gómez Bajuelo, otro de los personajes clave en la historia verdiblanca, y su padrino fue otro ilustre bético: Juan Alfonseca Caro. Por su memoria pasan anécdotas y vivencias de su infancia y juventud, además de insignes béticos con los que su padre compartió amistad: desde los hermanos Wesolowski y los Hermosa, entre los fundadores del original Sevilla Balompié, hasta jugadores y directivos de los 40 años posteriores.
Desde 1958 don Eugenio vive en Dallas, en Texas, desde donde sigue la actualidad del Betis.
En primer lugar, agradecer a Don Eugenio la deferencia para los lectores de Manquepierda de compartir con todos sus recuerdos, y de acercarnos a una época de la historia del Real Betis Balompié que usted vivió junto a su padre, conociendo y tratando a grandes béticos de los años 30 y 40.
Primero nos gustaría que nos hiciera una semblanza de su vida, desde que nació hasta el día de hoy.
Nací en la calle Redes 39, en un tercer piso el 15 de septiembre de 1924. Mi padre se llamaba Federico Cazorla Martínez y mi madre, Antonia Bermúdez Correa. De la calle Redes nos mudamos a Plaza de la Mata, 3.
Mi padre compró esta casa allá por el año 1932, a muy bajo costo porque con la entrada de la Republica el precio de la propiedad inmobiliaria cayó en picado. En el piso de calle Redes nacimos los cuatros hermanos: Manolo, que falleció en 1980, Rosalía, también fallecida, en 1991 (el año en que murió mi padre), mi hermana Antonia (“Chica”) y yo, que gracias a Dios vivimos para contarlo.
A mi madre no le gustaba vivir en la Plaza de la Mata. Esto y que el precio de las casas seguían bajando (fue cuando los inquilinos se negaron a pagar alquileres) motivó a mi padre a malvender la casa y mudarnos, lo que hicimos a una propiedad situada en la calle Juan Rabadán, 24.
En 1934, a los 10 años, entré en el colegio de los Hermanos Maristas, que llevaban poco tiempo en Sevilla (su primer colegio estuvo en la calle San Eloy, donde hay una placa que lo conmemora). Mi colegio estaba en la calle Palmas (hoy Jesús) en una hermosa casa de nueva planta que antes había sido el hotel Bristol, inaugurado a raíz de la Exposición de 1929 y que una vez acabada dicha exposición fracasó, como fracasaron muchos de los negocios que se abrieron con ocasión de tal evento, al clausurarse la Exposición.
Con los Hermanos Maristas hice todo el bachillerato, que entonces eran siete años, y que concluía con el temido exámen de estado, o reválida, que logré superar después de duras pruebas en la antigua Universidad en la calle Laraña.
En el año 1942 me matriculé en la Facultad de Derecho, de Sevilla. Los veranos de 1944 y 1945 los pasé haciendo las prácticas de milicias universitarias, o instrucción premilitar superior, en un campamento militar en Ronda. El verano de 1945 volví al campamento voluntariamente como Alférez de Complemento.
Al terminar la carrera fui destinado al Regimiento de Infantería Mixta Nuestra Señora de la Cabeza, con destino en Jerez de la Frontera y después en comisión de servicio a la Auditoria de Guerra de la Segunda Región Militar, que estaba en la Plaza de España, en Sevilla. Me licencié en derecho en el año 1947.
Al terminar mi servicio militar, en 1948 entré de pasante en el bufete de Don Antonio Moreno Sevillano, de gloriosa memoria bética, e íntimo amigo de mi padre. Allí estuve siete años.
En 1953 conocí a Judy King, de nacionalidad inglesa, que hoy es mi mujer, y que entonces era profesora del Instituto Británico, al que yo asistía como alumno. Nos casamos en Julio de 1956.
Tenemos dos hijas, una casada, sin hijos, y la otra soltera. El mismo año en que me casé entré a trabajar como abogado asesor con la USAF (United States Air Force) que tenía un destacamento en la avenida de la Borbolla, en el Porvenir, muy cerca de donde estuvo el antiguo campo del Patronato.
En 1958 gané una beca de graduado con la Southern Methodist University, en Dallas, Texas, para hacer un master en Derecho Comparado. Aterricé en Dallas en septiembre de 1958.
Mi familia y yo (teníamos ya una hija) fuimos de las últimos europeos que cruzaron el Atlántico en un avión de hélice. La era del “jet” comenzó a primeros de Octubre de ese año. Tardamos 18 horas (sin contar escalas en Shannon (Irlanda) y Terranova) en llegar a Nueva York.
Al terminar mis estudios de master mi mujer y yo decidimos quedarnos en los Estados Unidos. Entonces descubrí que para ejercer la abogacía (yo no sabía hacer otra cosa) tendría que empezar la carrera de nuevo.
Me lié la manta a la cabeza y me matriculé en el primer año de derecho. Sólo me convalidaron la asignatura de Historia del Derecho. Al terminar la carrera tuve que esperar a cumplir 5 años de residencia para recibir la ciudadanía norteamericana, pues no podía ejercer de abogado sin tal requisito. Posteriormente recuperé la nacionalidad española sin perder la norteamericana. Finalmente, en 1964 pude empezar a ejercer la carrera.
Total, que sumando los 10 años de ejercicio en Sevilla a los 49 en Dallas (no pude ejercer de Septiembre de 1958 Septiembre de 1964) llevo trabajando como abogado 59 años. Aun sigo trabajando, aunque a tiempo parcial. Afortunadamente puedo permitirme el lujo de rehusar los casos que no me interesa, aceptar aquellos de mi agrado y aun tengo tiempo para preparar mis colaboraciones con el Diario de Sevilla.
1. ¿Cuáles fueron sus primeros recuerdos del Betis?
– Fueron retazos de conversaciones entre mis padres, en los que mi padre se refería a sus amigos béticos, entre los que figuraban los hermanos Wesolowski, que eran oficiales del ejército y de los que recuerdo solo el nombre de uno, Edmundo, de los hermanos Hermosa, de los que se refería solo a uno, Pedro o Perico, Juan Alfonseca (que fue mi padrino de bautismo), “Gilito” (Gil Gómez Bajuelo, que era de la familia (primo segundo de mi padre) etcétera.
De ellos el único con el que yo tenía contacto era con mi padrino que era dueño de la mejor tienda de comestibles (entonces se llamaban “ultramarinos”), de Sevilla, La Nueva Paz, en la calle O’Donnell, muy cerca de La Campana. De los otros no supe que eran béticos hasta mucho mas tarde.
2. ¿Su padre le llevaba a ver al Betis de pequeño?
Mire usted, Alfonso, los padres de la generación del mío (que nació hace 117 años) eran muy diferentes de los padres de hoy en día. Entonces los niños eran cosas de las madres. Por eso, yo nunca conocí el campo del Betis, el del Patronato Obrero, que era su nombre oficial.
Don Eugenio nos ha facilitado también esta imagen de las gradas del antiguo Patronato, y que él mismo nos comenta:
«En la segunda fila, destocado y con una gabardina blanca abierta, Discobolo (Gil Gomez Bajuelo). A su izquierda hay un hombre que luce boina cuya cara me es conocida pero que de momento no puedo identificar. A la izquierda de este hombre figura mi padre. de sombrero y con un panuelo blanco en el bolsillo superior izquierdo de su chaqueta.En la fila superior aparecen tres amigos de mi padre de la primera hora. A la derecha de mi padre, con chaleco claro, Diego Lopez. A la derecha de Lopez figura un joven desconocido para mi y a la derecha de este, destocado, Pedro Hermosa y a la derecha de Hermosa, con sombrero, el tercer amigo de mi padre, Edmundo Wesolowski»
3. -¿Tiene algún recuerdo del Campeonato de Liga 1934-35, ganado por el Betis?
– Si. El Betis se proclamó campeón al vencer al Racing de Santander, en su propia casa, el 28 de Abril de 1935. Era domingo, en plena Feria de Sevilla.
Mi padre llego excitado a casa, porque los rumores que corrían por Sevilla sobre el triunfo bético, se habían confirmado por una llamada telefónica de Don Antonio Moreno Sevillano a la Tertulia Bética, donde se hallaba mi padre.
Una vez cenado, mis padres se dispusieron a ir a la Feria, a la caseta que tenía en la misma la Tertulia Bética. Yo quería ir pero aunque mis padres se negaron (los niños, y yo tenía 10 años, solo iban a la feria de día), consintieron por fin en llevarme después de la imponente rabieta que les proporcioné.La caseta rebosaba de público, socios y extraños, todos vitoreando al Betis. Según más tarde supe allí estaban los miembros de la junta directiva que no habían acompañado al equipo a Santander, y ya tarde se presento el alcalde de Sevilla entonces, Isacio Contreras, que era amigo de mi padre y varios de los concejales a felicitar a los béticos.
Fue una noche inolvidable y en mi memoria infantil quedó grabada para siempre.
4. ¿Y después del campeonato de Liga?
Después del triunfo de 1935 el Betis perdió a Lecue, que era internacional, vendido al Madrid y al año siguiente a Urquiaga al Barcelona. Hubo sólo uno año de Liga. Después vino la guerra y ya no hubo futbol oficial hasta la temporada 1939-40. Por causa de la guerra el Betis perdió también a Aedo. El Betis también perdió el campo del Patronato, reclamado por el Ayuntamiento
5. Entonces, ¿cuándo empezó usted a ver futbol, concretamente al Betis?
Creo que fue en la temporada 1940-41. Mi padre nos compró a mí y a mi hermano Manolo (que falleció en 1980) dos carnets a cada uno: uno del Betis y otro del Sevilla. Así es que íbamos al futbol todos los domingos.
6. ¿Iban ustedes con vuestro padre?
No, ya le dije que mi padre pasaba poco tiempo, o casi ninguno con nosotros. Además mi padre dejo de ir al futbol regularmente. Iba solo a los derbis. No, nosotros íbamos solos o con amigos.
¿Y cómo iban ustedes?
A Nervión íbamos andando. A Heliópolis, si teníamos tiempo, íbamos en autobús o tranvía. Si no, íbamos con unos cuantos adultos que se reunían en una taberna que aun existe, en la calle Juan Rabadán (en la que vivíamos), esquina con Teodosio e íbamos en taxi . La vuelta desde ambos campos la hacíamos, como casi todo el mundo, a pie.
¿Y así,fue usted a Heliópolis hasta que se marcho a América?
Qué va. En 1948 me eche una novia, con la que rompí y casi inmediatamente otra, que es hoy mi mujer con la que me case en 1956. A ninguna de las dos les gustaba el fútbol. Y como se trabajaban 6 días a la semana y los partidos de fútbol se celebraban sólo en domingo, los domingos los reservaba para las novias. Total, que mi experiencia como espectador del Betis va de 1940 a 1948. Soy de los que pocos que quedan que vi al Betis jugar en Heliópolis en primera, segunda y tercera división.
¿Qué recuerda usted de aquellos tiempos?
Gozábamos y sufríamos mucho. Especialmente mi hermano Manolo, que se iba a la cama sin cenar cuando perdía el Betis.
¿Cómo era el futbol en aquellos tiempos?
Hoy el futbol se ha humanizado. En aquellos tiempos era muy violento. Había jugadores a los que se les identificaba como “leñeros”, que viene de la leña que daban.
¿Habría entonces muchas interrupciones, no?
Ahí está la paradoja. Se entendía entonces que el futbol era, y lo sigue siendo, un deporte de contacto físico (opuesto al tenis, por ejemplo) donde los cuerpos chocan con gran violencia, choques que son prácticamente inevitables pero ausentes de malicia. El árbitro no pitaba muchos encontronazos que hoy serian faltas porque no lo eran con mala fe. El juego era más fluido, sin tantas interrupciones. No existían las tarjetas amarillas ni las rojas, aunque había expulsiones, sobre todo de “leñeros”.
Siendo el juego más violento habría muchas lesiones, ¿no?
– Las había… Pero los lesionados (salvo el caso de fracturas o lesiones graves) volvían a jugar sin perderse muchos partidos. Eso de las “molestias” de hoy no existía.
Los clubs no tenían entonces la estructura económica actual y no se podían permitir el lujo de tener a un jugador inactivo durante meses. Además, las plantillas de jugadores eran mucho más cortas
Entonces el jugador ¿seria más fuerte que el actual?
Yo para mí que sí.
Tendrían muy buena preparación…
Mínima. Excepto los entrenamientos, el jugador no recibía ninguna preparación especial. No existían planes dietéticos. Los jugadores comían y bebían a discreción.
Yo me quedé asombrado una tarde en Heliópolis cuando unos cuantos minutos antes de empezar el partido vi a Paquirri, delantero centro, en el “ambigú’ (así se llamaban los bares y establecimientos de comida y bebida en los recintos de espectáculos) delante de un gran vaso de vino tinto (entonces la Coca Cola se desconocía en España y el consumo de cerveza no era lo que es hoy), bebiéndoselo tan tranquilo a la vista de cientos de personas, muchos, como yo, admiradores de su juego.
Por aquellas fechas los jugadores del Betis se concentraban antes de partidos importantes, como los derbis (palabra esta que se desconocía en los años cuarenta) en un hotel situado en los pinares de Alcalá,llamado Hotel Oromana, que no sé si aún existe. Parece ser que respirar el ozono era bueno para los pulmones. Además existía la creencia, rayana en superstición, de que los contactos sexuales restaban energía a los jugadores. Por tanto estaba prohibida durante la concentración las visitas a los jugadores de sus esposas. Las novias entonces no se acostaban con sus novios.
¿Vivian bien los jugadores en aquellos tiempos?
Pues, si, vivian bien, pero nada del otro mundo. Antes de la guerra y en los años cuarenta un jugador corriente ganaba un buen jornal, aumentado por las primas, que eran entonces muy importantes para la economía del jugador.
Pero su status económico no era superior al de un profesional establecido (medico, abogado, etcétera) y muy inferior a profesionales tales como un ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, un notario o un registrador. Y si nos vamos al mundo del espectáculo un novillero de lujo, pongamos por caso el sevillano Pepe Luis Vázquez, que debutó el año 1937, ganaba más que un futbolista y el mítico Manolete ganaba más en una tarde que el mejor jugador de España en todo el campeonato de Liga.
Un ejemplo es el siguiente: muy recientemente he leído aquí en Manquepierda que el famoso jugador Lecue que fue campeón de Liga con el Betis y ya internacional, en una entrevista que le hizo el gran periodista J.C. López Lozano en 1935, a raíz de haber fichado por el Madrid FC, manifestó que, dudando entre el Barcelona y el Madrid, se decidió por este último por ofrecerle mejores condiciones económicas, entre ellas un sueldo de mil pesetas al mes. Pues bien, mi padre que, aunque destacado, era un simple agente comercial, ganaba mensualmente en comisiones más que el internacional Lecue».
Así se explica que cuando llegaron los fichajes de escándalo en los ochenta mi padre se preguntara: “¿Pero cómo puede un futbolista ganar más que un torero”? Por otra parte el mundo del futbol nacional era, comparado con hoy, muy pequeño. En 1936 la primer división tenía solo 12 equipos, la segunda 6. En 1948, 18 y 12, respectivamente. Una vez retirado casi la única opción para el futbolista viejo era entrenar, para lo que no había muchas opciones.
Famoso, y lo cuenta mi padre en una de las entrevistas que le hicieron, fue el encuentro entre mi padre y el legendario Timimi, campeón de Liga 1934-35 cuando lo vio trabajando como limpiabotas en Madrid en los años sesenta. El mercado futbolístico era minúsculo. Los jugadores empezaban y se retiraban jugando para un solo club. Peral, y Saro jugaron para el Betis quince y dieciocho años.
¿Y cómo consideraba el publico a los jugadores?
Gozaban de la estimación y afecto de su público. Ricardo Zamora, que yo alcancé a ver, era famoso en toda España, por supuesto internacional muchas veces. Pero de ahí a la adoración y culto de hoy hay un abismo. Eso del marketing era conocido solo como una herramienta comercial para las grandes empresas. Pero el fútbol no estaba comercializado. El marketing que hoy hacen los clubs y los jugadores de futbol no existía. Los jugadores eran populares, algunos, pero no estrellas, ni anunciaban productos ni aparecían fotografiados comercializando ropa interior. Tampoco tenían los jugadores agentes, como hoy. Era otro mundo.
Y específicamente volviendo al Betis ¿Quién fue el jugador que más le gustaba?
– Para mí el mejor jugador del Betis en aquella época fue Paquirri. Ya jugó en el Betis antes de la guerra, pero no era de la plantilla al tiempo del campeonato de Liga 1934-35. Para mí que se incorpora en la temporada 1935-36. Paquirri mediría uno ochenta, era delgado como un fideo y más derecho que una vela. Era muy moreno, pelo negro, como agitanado. Tenía que ser totalmente carente de disciplina y por supuesto no se cuidaba en absoluto. El incidente que conté antes, beberse un vaso de vino (y quizá fue más de uno) momentos antes de saltar al césped es un ejemplo. Pero en el campo era un fenómeno… Regateaba como los dioses y delante de la portería era mortífero. Yo disfrutaba inmensamente viéndolo.
Otros jugadores que me gustaban eran Peral, y Saro, ambos campeones de Liga 1934-35. A Peral tuve ocasión de conocerlo personalmente. Peral tenia veneración por mi padre, que fue quien lo descubrió al tiempo que trabajaba en una carbonería, en Sevilla. Mi padre le llamaba “Peralillo”. En 1939 estábamos veraneando en Sanlúcar de Barrameda. Se presento Peral a pasar unos días en la playa. Yo, que tenia 15 años le acompañe todo el tiempo. Una noche se las arregló para entrar sin invitación conmigo en una fiesta de lujo que daba para sus amistades aristócratas el Infante Don Alfonso de Orleans, primo hermano del rey Alfonso XIII, abuelo del actual rey en su palacio en Sanlúcar.
El año 1942 viajé con mi padre a Madrid y allí se reunió con KinKé, el ex jugador sevillista que fue entrenador del Betis en los años veinte, pero yo no asistí a esa reunión.
¿Y aparte de jugadores, que otros significados béticos alcanzo usted a conocer?
Conocí a varios en la Tertulia Bética, de la que fui asiduo antes de radicarme en América y también durante mis visitas anuales. Yo no conocí la Tertulia sino hasta cuando inauguró su local en la calle Velázquez donde estuvo situada muchos años. La inauguración fue muy solemne. Tuvo lugar en 1937 o 38, en plena guerra y el invitado de honor fue el general Queipo de Llano. Conservo una foto de dicho acto.
Aparte de Don Antonio Moreno Sevillano, que como queda dicho fue mi jefe en su bufete durante siete años, conocí a Don Manuel Ruiz, que fue presidente del club cuando estuvo en la tercera división.
Muchos béticos no eran socios de la Tertulia. Por ejemplo Don Manuel Simó, a quien trate bastante porque era director de una sucursal del Banco de Bilbao (así se llamaba, a secas, no el actual BBVA) en la calle Puente y Pellón, donde yo abrí una modestísima cuenta corriente. Don Manuel (Manolo para mi padre) me echaba una bronca cada vez que quedaba en descubierto. Yo le pedía perdón compungido y después de la bronca me abrazaba. Muchos años después conocí a su hija Isabelita, que también trabajaba en el BBVA y hoy tengo entendido que está en la junta directiva del club.
Por mi profesión entre en contacto y tuve amistad con dos glorias del foro sevillano: Don Adolfo Cuéllar Rodríguez y Don José María Domenech Romero, ambos béticos de pro, sobre todo el primero.
También tuve amistad con Don Carlos Fernández de Pando, abogado y doctor en derecho por la Universidad de Bolonia (Italia) y secretario de Betis cuando este se proclamó campeón de liga en 1935. Don Carlos fue abogado jefe de la Cámara de la Propiedad Urbana, que estaba en la calle Trajano. Y que ya no existe.
También trate (y ahora me traslado a la “orilla contraria”) al muy caballeroso Don Ramón Sánchez Pizjuán. Bastante antes de que se construyera el estadio de Nervión.
¿Y cómo se vive la experiencia del Betis a tantos kilómetros de distancia?
Durante muchos, muchos años no sabía de los resultados sino a través de la prensa española que llegaba tarde, algunas veces por la radio nacional de España o cuando llamaba por teléfono a la familia.
Con la llegada de televisión por cable y la creciente importancia del futbol en USA ahora tengo la suerte de verlo casi todas semanas. No podía verlo los años que estuvo en segunda, pues solo televisan la primera división. Como de costumbre disfruto y sufro viéndolo. Hace ocho años me operaron del corazón (“bypass” cuádruple) y quedé muy bien y listo para las tardes de infarto pasadas y….futuras.
Y ahora cuéntenos usted cosas de su padre, Federico Cazorla Martínez.
.- Mi padre era un fanático de cuidado. Las anécdotas que cuenta en las varias entrevistas que le hicieron yo, o no había nacido o no estaba presente cuando tuvieron lugar. Pero hay una que sí que presencié. Yo tendría como16 años. Veníamos, mi padre, mi hermano, Don Juan Amador, que tenía un almacén de vinos en la calle Villasís y que había sido directivo cuando mi padre fue tesorero, y yo,de ver un partido del Betis, en taxi. Quizás fuera un derbi.
Íbamos a dejar a Don Juan en su almacén. Hacia la altura de la Campana el taxista empezó a hablar mal del Betis. Mi padre le contestó algo, no recuerdo qué, que le sentó mal al taxista. El taxista frenó, dejó el motor en marcha y salió del taxi portando en la mano una manivela. El taxi era muy antiguo, de esos que para arrancar el motor había que usar una manivela. La manivela, se convirtió, por supuesto, en un arma ofensiva. El taxista provocó a mi padre a que se saliera del taxi. Salimos todos y mi padre se abalanzó contra el taxista y le dio un puñetazo que le hizo tambalearse y caer al suelo. El taxista se levantó, rápido, se metió en el taxi y se dio a la fuga. Fue una carrera gratis.
Era socio de la Tertulia Bética.
– Fundador. El nombre oficial de la Tertulia era Tertulia CULTURAL Bética. Lo de cultural no sé a qué venía a cuento, porque en todo los años que la frecuenté, no vi más que tres volúmenes de una enciclopedia, que en sus mejores tiempos tenía diez, y la guía de teléfonos.
Ya pasada la guerra mi padre, y muchos de los directivos del Betis, incluido don Antonio Moreno, que heredó una finca de campo en La Campana (Sevilla) pasaba allí los domingos, y dejaron de asistir a los partidos, excepto quizás a los derbis. Mi padre se pasaba los domingos en sus partidas de cartas en la Tertulia y allí celebraba o lamentaba los resultados.
Y aquí despedimos esta agradable e interesante conversación con don Eugenio Cazorla Bermúdez, ya casi 89 años, y para el que
«Qué importa donde esté el Betis, si en primera, segunda, o tercera. El Betis está donde tiene que estar, en Sevilla y en el corazón de miles de sevillanos. Como donde tiene que estar Sevilla, que fue lo que contestó Rafael el Gallo a su cuadrilla que, cansada, después de torear en La Coruña, quería dormir en la capital gallega y salir para Sevilla al día siguiente. El Gallo dijo que no, que «pa Sevilla ahora mismo». -Es que Sevilla esta mu lejo-, le repuso el mozo de espadas. El Gallo cortó la discusión: -Sevilla está donde tiene que estar». Como el Betis, pierda o gane. En Sevilla, siempre en Sevilla».
Para saber más sobre Federico Cazorla: Federico Cazorla I
Entrevista Federico Cazorla 1977
El Betis de la memoria, de Manolo Rodríguez
espectacular,,,,,felicidades
Un lujo de entrevista. Grandísima persona Eugenio Cazorla.
Enhorabuena!