Ruge el león azul
A Mourinho no ha debido sentarle nada bien quedarse casi dos temporadas en blanco: desde que se llevase la Supercopa de España contra el Barcelona aquel verano de 2012 hasta que incluso el jardín de infancia de Arsène Wenger consiguiera la onceava FA Cup de su historia el pasado mes de mayo. En ese camino de 21 meses no solo se plantaron delante gigantes como el Barcelona o el Bayern de Pep Guardiola, sino que emergieron grandes buques de guerra desde el Manzanares hasta Renania del Norte-Westfalia durante el camino. Tan amarga ha debido ser la experiencia que el Chelsea se ha movido con gran maestría en las operaciones mercantiles del verano hasta convertirse, a humilde parecer de un servidor, en una máquina de matar que, si el año pasado aspiraba a todo, este año sería pecado no ganar al menos dos títulos.
Volvió Courtois para hacerle la competencia a un Cech motivado por demostrar que las nuevas generaciones, a pesar de estar ya consolidadas, tienen mucho que aprender aun sobre la vieja guardia, matices que aporta la experiencia y que el talento precoz rara vez puede saltarse para llegar a la titularidad. Si Thibaut hubiera defendido al conjunto londinense en aquellas noches de mayo, quien sabe si hablaríamos de un campeón de Europa distinto o, al menos, de una final considerablemente más morbosa. La línea defensiva londinense, caracterizada desde siempre por su bajo ratio de goles encajados, se verá reforzada con la llegada de Filipe Luis, de modo que se cubrirá la baja de un mito en Stanford Bridge como es Ashley Cole, y se unirá a una terna de hierro: Cahill, Ivanovic y Azpilicueta, y el eterno John Terry para apagar algún fuego de emergencia.
En el medio campo dio José la campanada al inicio del verano con la incorporación de un pelotero como Cesc, cuyo paso infructuoso por el club de su vida le hizo dar con sus huesos en el equipo vecino (y muy rival) del que le hizo un hombre. Su llegada va a aportar todo lo que dejó Lampard durante 13 larguísimas temporadas que, aprovecho para decirlo, nos supieron a poco: llegada, control de balón, disparo potente, precisión en jugadas a balón parado y un sinfín de asistencias. Matic, que solo pudo jugar la competición doméstica en la 13-14, parece un fijo en el 11 londinense, y Ramires quedará en la recámara para completar un trío de centrocampistas que aportará una gran cantidad de soluciones en forma de variables del juego, siempre según la necesidad de ser más defensivos u ofensivos. En la zona de tres cuartos está la delicatessen blue, con Hazard-Oscar-Willian en la zona de llegada: velocidad, gran toque de balón y una calidad superlativa tanto para el gol como para el último pase. Si Mou deja que Oscar trabaje menos en las fases de recuperación y explote más su calidad, como hace con Eden, en el Bridge lo van a pasar muy bien. Por detrás aprietan buenas perlas como Marko Marin, Victor Moses o Van Ginkel y algún viejo conocido como Obi Mikel.
Si la llegada de Cesc fue una bomba, la de Diego Costa no fue menos por más que se esperara desde, por lo menos, enero. La estrella colchonera viene con la maleta llena de goles y dará buena cuenta de ello en una liga que, a priori, le vendrá de perlas por el ardor guerrero que guarda y que en tantas tardes sacó de apuros al Cholo. A ello se le sumará la vuelta del sempiterno Drogba, que a sus 36 años a buen seguro que tendrá mucho que decir tanto en Premier como en Champions. Si el poderío físico de estos dos toros no es suficiente, Mourinho tiene a su disposición a dos centellas como Salah y el último asistente del Mundial, Schürrle, para completar una delantera que combinará fuerza, velocidad, presión muy alta y desborde. Con todo esto, el presumible 11 inicial sería un 4-2-3-1 con Cech; Azpilicueta-Ivanovic-Cahill-Filipe; Matic-Fàbregas; Willian-Oscar-Hazard; Diego Costa.
El Chelsea, desde que llegara Abramovich, siempre tuvo la estampa de fiero competidor incluso en sus horas más bajas, pero diría que en este 2014 ha conseguido formar no al mejor equipo, sino a la mejor plantilla de su historia. Muy difícil se plantea tanto para los City, Arsenal, United o Liverpool batirle en la Premier, como para los grandes extranjeros en Europa, y es que a todo ello se suma el aliciente de que Stanford Bridge siempre ha sido un fortín inexpugnable con el técnico luso al mando. No será nada sencillo, pero el club londinense ya está preparado para una larga guerra de 9 meses.