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La estrella que nunca brilló.

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Cuando, con solo 24 años, tu carrera como futbolista corre un peligro muy serio de acabarse prematuramente, solo puede ser por dos motivos: o no has dado la talla jamás, lo cual convierte en razonable el hecho de que no seas, precisamente, la primera opción de equipos de mayor calado; o te llamas Mario Balotelli.

¿Qué no se ha dicho ya sobre la vida pública del hercúleo jugador italiano? Se sabe que quemó su cocina, que durante su período en el City tiraba dardos a los chicos del filial mientras entrenaban o que, mientras militaba en el Inter, declaró su amor incondicional por el Milan. Todo esto cuando no estaba autocalificándose como mejor jugador del mundo, pero en algún momento reculó. Para ponerse segundo, y a poca distancia de Messi, claro. Pero no vamos a comentar sus continuas salidas de tono, desmanes, aspavientos ni la cantidad de frases polémicas y leyendas urbanas que circulan por las redes sociales para atribuirlas a su figura.

La carrera de Mario es tan engañosa como el calibre de los traspasos que ha protagonizado, a saber: del Inter voló al proyecto millonario del City, que por entonces arrancaba, habiendo firmado 28 goles en 86 partidos, lo cual no estaba relativamente mal para un jugador al que se le achacaba una proyección portentosa y cuyo nombre empezó a sonar aun más fuerte al desembarcar en las Islas. De los tres años en el conjunto citizen fue capaz de lo mejor y de lo peor, pues tras una primera temporada discreta, en la segunda 17 goles en 32 partidos llevaron su nombre, una nada desdeñable 0’53 media, pero ya en su último año inglés, los 3 goles en 20 partidos significaron que Balotelli hacía las maletas en el mercado de invierno de vuelta a su tierra natal, donde el equipo de sus amores decidió darle una oportunidad para paliar su mala situación en la Serie A.

Como si fuera una relación de post adolescentes, el amor duró solo año y medio, sin títulos que llevarse a la boca y con 30 goles en 50 partidos que, como he dicho, no valieron para hacerse con un título en un equipo a medio camino entre la lástima profunda y el dominio de la Juventus en la competición doméstica, llegando incluso a quedarse sin entrar en Europa, síntoma de la descomposición notable de un conjunto tan histórico como el Milan, y es que Mario no contribuyó a evitar tamaño desastre, por lo que buscó una redención y respondió a la llamada de un Brendan Rodgers que, tras cuatro años de vagar por el desierto en Premier League, devolvió al Liverpool a la élite europea y al que se le escapó el título en un resbalón, y necesitado de gol ante el traspaso de Suárez, decidió apostar por Balotelli, quien está manteniendo un ratio de tiros/goles bajísimo en los tres partidos que ha jugado y en los cuales ha anotado solo un tanto en unos 40 intentos.

¿Cuál es el balance final, la reflexión de la trayectoria de Balotelli? Un jugador exageradamente mediático, tanto como sobrevalorado, que a día de hoy carga con 225 partidos a sus espaldas y, tan solo, 89 goles de los que presumir. Para que el lector se haga una idea, Ibrahimovic llegó a los 81 en 211 partidos, Cristiano a los 91 en 239 partidos, Messi hizo 127 en 204 partidos o Henry, con 86 en 210 encuentros. Este dato es relativamente engañoso, pues la estadística cuenta, incluso, los minutos de la basura jugados como partidos enteros, lo que deja en una situación comprometida a nuestro protagonista en la comparativa con estrellas mundiales. De su trayectoria con la selección italiana apenas podemos rescatar actuaciones memorables, pues solo abarca 6 goles en 12 partidos, y es que Mario, más conocido por sus líos que por sus goles, ha acabado siendo su peor enemigo, su propio muro y, casi con total seguridad, ha dejado al fútbol triste por lo que pudo ser y no fue, con solo 24 años.

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