A tí, bético de gol sur…, de Manuel Fernández de Córdoba
El 7 de noviembre de 1984, miércoles por la noche, se tenía que jugar en el Villamarín el partido de ida de la segunda ronda de la Copa que enfrentaba al Betis con el Recreativo de Huelva.
El día amaneció nublado y a medida que avanzaba las precipitaciones fueron haciéndose cada vez más intensas, convirtiéndose en un verdadero diluvio horas antes del inicio del partido y durante toda la primera mitad.
Hasta el punto de que la directiva bética invitó a los aficionados que se ubicaban en los goles, por ser entonces localidades totalmente descubiertas, a trasladarse a voladizo, una zona cubierta y a salvo de las lluvias torrenciales. Hacia allá se encaminaron los seguidores verdiblancos. Todos a excepción de uno que permaneció en el Gol Sur soportando la lluvia y el viento que asolaba Heliópolis.
Al día siguiente el periodista Manuel Fernández de Córdoba, desde las páginas de ABC, rememoraba a este aficionado bético.
Llovía como pocas veces vi llover sobre un campo de fútbol. Viento racheado, agua a manta, cortina que echaba humo. Y tú allí, en gol sur, sin moverte, aguantando todo lo aguantable, porque a ti, de allí, no te movía, siquiera, ni tu directiva cuando, en buen momento, pidió por megafonía que podíais pasar, los héroes del gol sur, a la tribuna cubierta del voladizo de preferencia. Pero no. Preferiste, como en los viejísimos tiempos de cuando Villamarín estaba pensado sólo para la visera pal só, quedarte en tu gol sur, porque quizás desde allí se siente el Betis de muy distinta manera.
Habías ido al fútbol. Paraguas, impermeable, bocadillo, charcos, partido copero contra un Recre que podía ponerlo difícil. Habías visto ya, desde todo el día, como el cielo anunciaba agua. Ibas allí, al gol sur, a echarle pulmones al ole si la tocaba Romito, a ver cómo anda Carmelo, a ver qué pasa con Salva, a ver qué hacía Suárez, cómo la movía Calderón o a cuántos dejaba atrás la zancada de quien—Rafael Gordillo—no entiende, como tú, de días buenos o malos, lluvias o soles para desparramar por Heliópolis la casta del superclase o el corazón en blanquiverde.
Te quedaste solo en un desierto de aguas y vientos, relámpagos y paraguas vueltos. Te quedaste sin banderas, sin chupe, sin el calor del Betis-etis-etis de domingos de sol. Te quedaste porque abajo, en la yerba de piscina, jugaba tu Betis, y eso es lo que te hace ir y volver, como siempre…, Palmera abajo al Villamarín.
Y viste cosas. Salva apenas si pudo estrenarse. Diego no anda bien y se le nota. Carmelo apenas si pudo apuntar más allá de cuatro o cinco balones. Alex sí se lo hizo bien levantando el balón para pegarle antes que el barro le pusiera grilletes a la pelota. Gordillo estuvo insuperable, como siempre.
Estoy seguro que no te gustó la flojera de Parra, salvo—quien tiene el duro es el que puede cambiarlo—cuando se la levantó a Nene Suárez en el gol. No pudiste ver a Romito en su salsa porque su salsa no sabe de barros cuando se lleva seda en las piernas. Sí aplaudiste fuerte, muy fuerte, la entrega de un Casado que está enorme de fuerza física.
Buen gol de Rincón, oportuno ante un portero que parecía tener las manos de jabón. Susto en el penalti del Recre, porque sabías que el campo imposible podía cerrar la noche en tormenta futbolera para tu Betis. Buen gol también el de Nene Suarez, que saltó de alegría como si fuera el primero que marcara en verdiblanco. Y de infarto el penalti que logró Paco.
Al final, tres goles a uno, dos de diferencia. No es mucha, pero tampoco es poca. Puede pasarse la eliminatoria, pero sin confianzas.
Cuando el partido se acababa y continuaba lloviendo, cuando casi todo era sombra en Heliópolis, allá por el gol sur todavía había un bético. Nada menos que todo un bético. Eras tú.